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Viaje a la memoria del lenguaje. "Grande Sertao: veredas"

Jordi Gol Corzo

G

rande Sertão: Veredas es un libro atípico ya no solo en la tradición literaria lusófona, sino en toda la literatura universal. Su peculiaridad consiste en el intento de su autor, João Guimarães Rosa, tanto desde el punto de vista argumental como desde el punto de vista de la estructura y del estilo, de recuperar la herencia mágico-mítica que reside en el lenguaje.

El hilo argumental que sirve de trama a la narración de Riobaldo se adentra en las profundidades de la época medieval, algo muy característico de la narrativa oral sertaneja, y aun de su literatura, muchas veces de cordel, en la que el ciclo de Carlomagno y los Doce Pares de Francia es un referente ineludible y constantemente actualizado. Así pues, no es de extrañar que el tema elegido por Guimarães Rosa para articular la historia que narra Riobaldo sea el de la doncella que va a la guerra, un tema de constantes referencias en la literatura portuguesa, castellana y francesa, con romances y canciones que hablan de una muchacha que parte a la guerra a servir al rey porque su padre es viejo y no tiene hijo varón que mandar. A través de este tema, Guimarães Rosa se adentra en la cultura popular del sertón, encontrando un filón de memoria que sirve a sus fines.

Este es también el motivo de la utilización de otro de los temas medievales por excelencia de la literatura universal, el pacto con el diablo, a través del cual Guimarães Rosa traza una compleja trama en torno a la lucha del Bien y el Mal que es también herencia de las tradiciones populares de su sertón natal. El propio Riobaldo se mueve dentro de la contradicción entre la creencia en el diablo, lo que justificaría sus malas acciones, y la reticencia racional a creer en él, lo que le daría posibilidades de salvación, pero cargaría sus malas acciones sobre su propia conciencia.

Sea como fuere, la mirada a la épica y a las tradiciones medievales, propia de un sertón aislado e iletrado, poco receptivo a los cambios filosóficos o estéticos (incluso, como veremos, filológicos), articula también la estructura de la obra, que tiene muchas concomitancias con las novelas medievales y renacentistas. En primer lugar, está ordenada por cuatro grandes ciclos, que hacen referencia a cada uno de los líderes que mandan el grupo de yagunzos en el que se encuentra Riobaldo, hasta el liderazgo de este último. Estos ciclos se estructuran en torno al auge y caída de cada uno de estos líderes, donde el componente de caballería andante, con sus rasgos de honor, valentía y sacrificio gravita sobre la narración. Además, la estructura de la obra está organizada en multiples planos de narración. El hilo argumental o núcleo temático, que atraviesa los ciclos, se rompe constantemente para insertar relatos, hechos, reflexiones, historias paralelas, etc. Pero junto a esta característica típicamente medieval, existen también elementos de la narrativa moderna, como la simultaneidad de acciones, los planos superpuestos, los flashback, etc. Es decir, que las estructuras típicas del Medioevo y del Renacimiento se dan la mano con las técnicas narrativas más modernas sin que se produzcan estridencias o el resultado parezca extraño, sino como la consecuencia lógica de un esfuerzo por aunar en una misma estructura dos concepciones que son consecuencia de una misma evolución.

La armonía entre la estructura medieval y las nuevas técnicas narrativas tiene un elemento catalizador: el estilo. Guimarães Rosa presenta en Grande Sertão: Veredas un programa estilístico propio, basado en la libertad artística, que cosiste fundamentalmente en utilizar el instrumento lingüístico que mejor transmita su mensaje, independientemente de su origen o de su edad; o tomar el vocablo o frase que mayor carga emotiva o sensitiva tenga, que mejor refleje la herencia del lenguaje que utiliza; la memoria de este lenguaje. Su estilo, por tanto, se puede definir como barroco tanto por intentar abarcar todos los aspectos de la realidad contingente y trascendente, como por una tendencia, propia del aislamiento del sertón nordestino brasileño, a la utilización de un lenguaje próximo al del siglo XVI, un lenguaje en plena evolución que crea sus propia lengua a través de los mecanismos tradicionales de transformación, pero que también intenta abarcar a través de la carga emotiva de las palabras ese énfasis irrepresentable dentro de los estrechos límites del lenguaje común.

Hay por tanto que tener en cuenta que el juego formal en que parece convertirse la narración de Riobaldo no es tal, ya que tiene su origen tanto en la intencionalidad del autor de crear un lenguaje capaz de mostrar la realidad trascendente como en la realidad lingüística del sertón, sin reglas definidas; un lenguaje dúctil y poroso, adaptable al neologismo, a la dislocación de la palabra o de la frase. Riobaldo es capaz de utilizar para el mismo concepto (que no significado) diferentes formas y dislocaciones de la palabra que lo refiere, según el énfasis que pretenda darle o según las significaciones que quiere que despliegue. A través de este recurso, Riobaldo no vicia las palabras, sino que estas se mantienen siempre frescas, siempre preparadas para albergar múltiples significados. El autor crea un auténtico "calambur", dislocando las palabras para crear nudos de significaciones que sugieran centros de alusiones donde el lenguaje se libera. Multiplicidad natural del lenguaje popular sertanejo que el lenguaje poético trasciende.

Guimarães Rosa, a través de un narrador que tiene cierta cultura (no es analfabeto), hace una manipulación erudita del lenguaje del sertón; una transformación que respeta y asimila los orígenes de este lenguaje pero que lo transforma estilísticamente en un lenguaje poético, con gran cantidad de elementos estéticos nuevos que fuerzan la propia evolución del lenguaje en un sentido personalísimo, que obedece a una inequívoca intención místico-religiosa. El propio autor crea un programa lingüístico que afirma esta intencionalidad, y que tiene varios fundamentos: la lengua, que es el elemento metafísico de Riobaldo, y que genera una serie de consecuencias en la vida real, como es el caso de su pacto verbal con el diablo; la singularidad de las variantes latinoamericanas del portugués y el español, que registran procesos irracionales de orden metafísico no entendibles mediante la pura razón lógica (pensamiento mágico simbólico, por contacto con los pueblos indígenas y africanos); la escala brasileña de expresiones, que resulta mucho más amplia que la del portugués europeo; ciertas particularidades literarias autóctonas de la zona de Minas Geráis que aun no han sido desgastadas por el uso del lenguaje común (un dialecto simbólico propio y ajeno al uso cotidiano o convencional del lenguaje); la prelogicidad de un dialecto sertanejo formado al margen de las ciencias modernas; la utilización, debido al aislamiento, de un portugués cercano al medieval, el de los sabios y los poetas(1). Junto a la "consumación de formas latentes que constituyen una tradición milenaria y oralmente viva"(2), existe también una intención poética indiscutible en la manipulación del lenguaje que hace Guimarães Rosa, con el objetivo de construir un espacio poético-estético que sea capaz de mostrar los elementos metafísicos que la realidad esconde. Misticismo del lenguaje poético que alcanza la esencia por revelación.

Esta transformación del lenguaje sertanejo en lenguaje poético la lleva a cabo Guimarães Rosa a través de una agramatización del lenguaje. El autor es consciente de que solo mediante una libertad total en el empleo y en la construcción del lenguaje este puede convertirse en vehículo de revelación. Por ello, Guimarães Rosa somete al lenguaje a una tensión y a una distorsión radical, hasta el punto de transgredir todas las normas gramaticales, sintácticas y semánticas posibles. Sería muy prolijo enumerar en este artículo todas estas manipulaciones y distorsiones, por lo que remitimos al lector interesado al magnífico ensayo de Mario Cavalcanti Poença(3), en que analiza pormenorizadamente los recursos que utiliza Guimarães Rosa en su obra ejemplar.

Lo que sí cabe analizar es la función de este lenguaje en la creación del mágico universo sertanejo de Grande sertão: veredas. Para ello, lo primero que hay que tener en cuenta es que es la narración de Riobaldo, el protagonista del relato, la que genera la obra. Sin embargo, Riobaldo no hace una articulación lógica y silogística del discurso a través del que narra, antes bien, este discurso, más que ser previo al acto del habla, es posterior a él, y va creando, a través del torrente de palabras del yagunzo, su propia lógica interna. Lenguaje que organiza el discurso y no discurso que organiza el lenguaje, la sabiduría de Riobaldo se origina en ese lenguaje que cargado de significaciones por la propia herencia de las palabras, sustenta y proporciona la lógica de la alocución. Lenguaje popular y tradicional en el que reside la memoria colectiva de un pueblo (leyendas, refranes, ecos...). Lenguaje que significa más que las palabras que lo componen. Revelación del mito que viaja instalado en el lenguaje, sumergido en su memoria y en su propio origen revelador y mágico.

Si analizamos la imaginación (en sentido amplio), base de la creación literaria, coincidiremos, como decía Álvaro Cunqueiro, en que esta tiene un orden de reflexión sobre sí misma cuyo inicio está en cierto impulso en el que reside toda posibilidad de desarrollo de aquello que llamamos mito(4).Este punto de partida, este poder central, vertebrador de la capacidad imaginativa, es el lenguaje, que constituye en sí mismo la materia y la posibilidad de comunicación (también en sentido amplio) total y plena de lo imaginado, y aún más, de aquello que es posible imaginar (la cortedad del decir de San Juan de la Cruz, donde la experiencia mística supera la capacidad del lenguaje aunque se encuentre subsumida en él). El mito, de esta manera, nace del lenguaje y deviene mito en contacto con la cultura que lo recibe y a la que se revela como verdad esencial, integrándose así dentro de su propio acervo. Simiente de emociones, imágenes y símbolos que se siembra en el alma y que contiene belleza y verdad. El mito es, pues, la respuesta a una pregunta latente a la que se llega a través de la revelación. Pero ¿cómo llega el mito a convertirse de lenguaje a acervo popular? Teófilo Braga(5) afirma que la concepción popular está formada por el sincretismo entre la apariencia de las impresiones recibidas y la realidad percibida a través de dichas impresiones inconscientes. En este contexto, es inevitable que se produzcan modificaciones poético-mágicas que transformen la concepción de la realidad, abriendo todo un mundo de verdades posibles, entendidas como supranaturales. El lenguaje poético (que es un lenguaje figurado) no se liga a un referente concreto, definido, sino a nociones vagamente concebidas (grávidas de significados, pues) que no se pueden encerrar en conceptos concretos. Cuando estas nociones vagamente concebidas (realidades abstractas) sustituyen (traducen) espontáneamente a la realidad, surge el mito, que revela su esencial significado de forma no-discursiva, por encima de un razonamiento lógico-causal, como un todo. Si fuera solo la percepción y no la noción general de la realidad lo que se transforma, lo que surgiría entonces no sería un mito, sino una leyenda, algo que no revela verdades esenciales suprareales, aunque se encuentre en el ámbito de la suprarealidad. Estos mitos, interpretando a Charles Mauron(6), se plasman a través de lo que él llama metáforas obsesivas, que son extrañas a la voluntad creadora de un solo individuo y que muchas veces son redes de asociaciones ligadas a un pensamiento prelógico(7), según su carga emocional y no su referente concreto. Esta carga emocional del lenguaje poético está plasmada en la memoria del lenguaje, en esa carga memorística que viaja a través de los siglos en las palabras, una herencia de recuerdos que permite ese triple descenso que pretendía Valente a la memoria individual, a la memoria colectiva y a la memoria de la materia. Esta herencia, unida a la potencialidad del lenguaje poético permite la asemiotización del lenguaje (vacío o sobresaturación) para hacer de él un uso poético fuera del uso cotidiano que consienta al poeta, como quería Ezra Pound, formular lo que hasta ahora no tenía expresión. Impropiedad de la poesía que se revela contra el uso cotidiano para alcanzar nuevas cotas de realidad ignoradas. El lenguaje poético, como el popular, contiene esencias, verdades que son reveladas a partir de su mera articulación. A veces, el mito que ha sido generado a partir de ese lenguaje es convertido en mera plantilla argumental para historias, recreaciones y actualizaciones posteriores, por lo que llega al presente deformado, desvirtuado, ajeno en ocasiones a su significación original. Lo mismo ocurre con muchos refranes y dichos populares, que no se sabe a ciencia cierta de donde proceden. Sin embargo, como en el caso de los mitos, en las locuciones, en los giros, en las construcciones del lenguaje popular, la memoria viaja intacta y, aunque etimológicamente el desconocimiento sea absoluto, el sentido (o los sentidos) del estas creaciones del lenguaje se siguen manteniendo(8). De forma que la herencia, la memoria inserta en el lenguaje popular, crea por sí sola significaciones, sentidos, de los que se nutre el lenguaje poético(9). La modernidad parece aceptar que los grandes temas del arte y de la literatura, aquellos que son realmente universales no porque vayan más allá de un tiempo o un espacio concreto, sino porque se fijan en el tiempo, se intemporalizan como esencias, ya se instalan en la sabiduría poética colectiva. La sensibilidad del autor es solo el molde del lenguaje ("como la curva del agua en la jarra", dice Paco Umbral). Su origen es previo a la subjetividad del autor, está "flotando en el lenguaje", el autor solo traduce u ordena aquello que emana de la memoria del lenguaje para crear una obra poética que supere su propia contingencia y que se convierta en revelación total de significados.

Guimarães Rosa, en Grande Sertão: Veredas, aprovecha a fondo la memoria del lenguaje para construir una obra literaria que trasciende la pura lógica discursiva para adentrarse en un mundo mágico y deslumbrante, de significaciones y alusiones que dicen más que las palabras que las forman, que van mucho más allá de sus acepciones en el diccionario. El propio fluir de las palabras crea la estructura del discurso; su estilo es a la vez su propio significado en esa caja de resonancia que es el lector. Nunca como en la obra cumbre de Guimarães Rosa se hace verdad la célebre distinción de Henry Focillon de que "el signo significa y la forma se significa".

Notas:

1 En contra de la sumisión "a la tiranía de la gramática y de los diccionarios de los otros" Gunther W. Lorenz, "João Guimarães Rosa", en “Diálogo com a América Latina”. <<volver
2 Óscar Lopes. Ler e Depois, Editorial Inova, Porto, 1969, pág. 334.<<volver
3 M. Cavalcanti Poença. Trilhas no Grande Sertão, Ministério da Educação e Cultura, Serviço de Documentação, Rio de Janeiro, 1958. <<volver
4 Álvaro Cunqueiro. "Imaginación y creación", revista Grial, número 2, octubre/noviembre/diciembre, 1963; y Tesoros y otras magias, Tusquets editores, colección Marginales, Barcelona 1996, págs. 194 a 203. <<volver
5 Teófilo Braga. O Povo Portugués nos seus Costumes, Crenças e Tradições, vol. II, Livraria Ferreira Editora, 1885, pág. 334. <<volver
6 Mauron, Charles. “Le méthode psycocritique”, Orbis Litterarum, Copenhague, 1958. <<volver
7 Algo parecido a los mitos que pueblan el "inconsciente colectivo" de Jung, una especiede memoria predeterminada del mito, un instinto cultural preaprendido que desarrolla una serie de símbolos culturales comunes en todas las culturas. Ver Carl Jung. El hombre y sus símbolos, Biblioteca Universal Contemporánea, Luis de Caralt Editor, SA, Barcelona, 1976. <<volver
8 Como en el caso de "en los tiempos de Mari Castaña", donde nadie sabe seguro quién fuera la Mari Castaña en cuestión, ni la historia de la que forma parte, pero que guarda sin embargo esa significación -ambigua, pues es inconcreta- de algo muy antiguo, ancestral; aunque también pueda significar pasado de moda. <<volver
9 También en otras artes la modernidad ha vuelto la mirada a la herencia de la cultura popular, como es el caso del cubismo con el arte africano, o las vanguardias en general con su admiración por los pintores prerafaelitas, en los que buscan una forma de transformar la mirada para trascender la realidad abarcando significados que están más allá de lo perceptible por los meros sentidos. <<volver


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